Creo que la situación actual que está viviendo España exige que todo el que tenga algo que decir, lo diga, antes de que el enredo nos haga caer en la peor de todas las trampas: la del silencio irresponsable.
Estamos atravesando una época decisiva, sobre la que solo podremos tener perspectiva suficiente, cuando algunas consecuencias de las causas acumuladas (pandemia, cambio climático, crisis económica y crisis institucionales) ya no tengan arreglo. Ha ocurrido muchas veces a lo largo de la historia, y varias en el pasado siglo. (Lean, si no lo han hecho, El mundo de ayer, el escalofriante e imprescindible libro de memorias de Stefan Zweig). Por eso, no debería valer sentirse desprevenido o carente de información. Con lo que ya sabemos es bastante, creo, para poderse manifestar. En mi caso, me gustaría decir lo siguiente:
1. Una vez más se está cumpliendo el certero dicho español de “a río revuelto, ganancia de pescadores”. En este caso los pescadores, los oportunistas, son:
2. La crisis provocada por el Rey emérito, desde sus lamentables actividades no institucionales (no me atrevo a llamarlas “privadas”, porque los reyes carecen de tal cosa, salvo cuando se trata de actos intrascendentes). Esta pasa por un momento peligrosamente equívoco, derivado del paradero desconocido de Juan Carlos I. Se trata, a mi entender, de una decisión errónea, quienquiera que sea el responsable de ella. Correcto que Juan Carlos I saliera del complejo de La Zarzuela, pero no de España, y menos con rumbo desconocido. Cuanto antes se corrija, mejor para todos.
3. Aprovechar esta desdichada situación para poner en solfa la monarquía constitucional parlamentaria (cosa que en España no ha existido nunca, hasta la Constitución del 78), me parece un acto premeditado de irresponsabilidad, conducente a crear confusión en la opinión pública; en suma, a engordar eso que se llama “populismo”, que por cierto siempre se llamó demagogia. En todo caso, y en este momento, solo sirve para echar leña al fuego. Tiempo habrá de que la justicia se pronuncie sobre la conducta del rey emérito, y otro tiempo, distinto por completo, será aquel en que los españoles se pronuncien sobre la reforma de la Constitución.
4. El momento exige de todas las personas responsables justo lo contrario de lo que hacen esas fuerzas oportunistas, demagógicas, a saber: cerrar filas en torno al precario Gobierno del Presidente Sánchez, quien, paradójicamente, ha demostrado tener capacidad para afrontar situaciones muy difíciles (empezando por las que le creó su propio partido, en infausta hora), y para poner en marcha las reformas de calado que son posibles, como la de la renta mínima vital, la financiación de los ERTE, la paralización de los desahucios por razón de necesidad, la revalorización de las pensiones, la recuperación de los convenios colectivos, la supresión del despido por enfermedad, la apuesta decidida por las energías renovables, con la supresión del “impuesto al sol”, la universalización de la sanidad, la regularización de la eutanasia, la ampliación de las leyes para la igualdad, etcétera, sin olvidar lo último y más importante: el pacto europeo a la salida de la crisis económica, por valor de 170.000 MS de euros. Nunca un gobierno tan teóricamente débil había emprendido tantas cosas, y en menos tiempo (medio año).
Creo sinceramente que el rumbo de la nación está, en este momento, encauzado en el combate principal, que es el de la crisis sanitaria, la crisis económica y el cambio climático. Todo lo demás (incluso el Cielo) puede esperar.