CUENTO DEL MES

En el ámbito superior de las cosas, Manuel y Antonio Machado volvieron a encontrarse. Ya hacía algún No Tiempo que habían reanudado la buena costumbre de escribir juntos. Obras de teatro que no pudieron acometer en el ámbito inferior. Como si no hubieran ocurrido aquellos demasiados, terribles acontecimientos, que los separaron después.
    -¿Te has enterado, Antonio?
    -¿De qué?
    -De que han declarado el Flamenco “Patrimonio inmaterial de la humanidad”
    -Ah. No sé lo que es eso, pero me gusta cómo suena. Al fin y al cabo, inmateriales somos también nosotros y, mira, aquí estamos.
    -Tú siempre igual. Tan metafísico.
    -¡Qué va, hombre! Lo que pasa es que nada hay tan duradero como lo que vive en el corazón de los hombres. Lo nuestro es pasajero. Pero el flamenco, como todo lo que procede del sentir de las gentes sencillas, ahí está.
    -Te refieres al pueblo andaluz, claro.
    -Bueno, pero sin exagerar. Ya sabes que a mí todo eso de “pueblo”, “masa”, “nación”…, me fastidia bastante. Incluso de lo andaluz tengo mis dudas.
    -Como que estuviste a punto de desertar de serlo.
    -No te equivoques, Manuel. Yo lo que dije fue que si Andalucía era lo que presentaban los hermanos Álvarez Quintero, prefería Segovia. Pero el flamenco… el flamenco es una cosa muy seria, como de todos que es.  Tú mismo lo dijiste. ¡Cómo era aquello de “Procura tú que tus coplas…”
    -“Vayan al pueblo a parar.
    -Aunque dejen de ser tuyas
    -Para ser de los demás.”  
    -¡Qué bien dicho, Manuel! Sólo por eso te tenían que haber dado el Premio Nobel.
    -No exageres, hermanito. Que tú escribiste cosas mejores.
    -Seguro que no.
    -¿Cómo era aquello de “las músicas magas de mi tierra”?
    -No me acuerdo.
    -Venga, hombre, no seas así.
    -Que no me acuerdo. Y no empecemos a discutir.
    -Está bien. Pero no me negarás que tú has dicho cosas más profundas que yo sobre la saeta, o sobre la guitarra.
    -Dejemos eso. ¿Sabes de quién me estoy acordando todo el tiempo?
    -Pues del mismo que yo. De nuestro padre. ¿Qué contento se habrá puesto con eso de “patrimonio inmaterial”.  ¡Con lo que él bregó por los “cantes flamencos”! Y lo que caviló. Que si gitano, que si andaluz…
    -Cierto. Parece que lo estoy viendo, en el palacio de las Dueñas, paseando solo por los jardines, dándole vueltas en la cabeza a todo aquello, a todo ese misterio.
    -¿Cómo era eso que escribiste? Por favor…
Antonio da un largo suspiro. Luego, accede:
    -“La alta frente, la breve mosca y el bigote lacio. Mi padre, aún joven. Lee, escribe, hojea sus libros y medita. Se levanta: va hacia la puerta del jardín. Pasea. A veces habla solo, a veces canta…

Antonio Rodríguez Almodóvar

Videoteca