Crisis
El cuento del mes. Revista Escuela Feb 2011

El hombre comprendió finalmente que no comprendía nada. Durante meses había estado estrujándose la mollera, por ver de entender qué demonios estaba pasando con la economía. Bien sabía que su condición de ciudadano medio de un país medio no le daba para mucho; ni para entender ni para colaborar en la solución de la crisis: casado, dos hijos, una hipoteca…, en fin, lo normal. Sus estudios, anclados en una deficiente formación profesional, le habían permitido llegar a un puesto de nivel intermedio en una fábrica de componentes automovilísticos, que servía a un proveedor de otra fábrica más importante, la cual se decía estaba en la cuerda floja… Y todo porque España ya no ofrecía garantías suficientes para pagar su deuda internacional a unos prestamistas que se dedicaban a eso: a sacarles el higadillo a los países con problemas de liquidez. Hasta ahí más o menos entendía la cosa. Pero a partir de ahí ya todo era como la niebla de las mañanas de invierno.  Expresiones como “prima de riesgo”, “diferencial en torno a los 395 puntos básicos”, “necesidades de recapitalización de cajas y bancos” (¿pero cómo es que los bancos necesitaban comprar dinero para prestar dinero?), “cada punto adicional de solvencia exigida se traduce en 8.600 millones de capital extra”… Esa era otra: las cifras que se manejaban. Intentando recalcular en pesetas lo que querían decir, su mente empezaba a mostrar signos de inestabilidad. Pero no se rindió. 

La sensación que tenía, eso sí, era la de hallarse en extremo peligro. Él y su familia. ¿Pero qué podían hacer, aparte de pagar la hipoteca todos los meses, ir todos los días al trabajo, puntual, mandar los chicos al instituto, reducir la cuota de carne en la dieta, aumentar las pastas, tomarse una caña en lugar de dos a la salida del tajo, por cierto, procurando no hablar mucho de la situación… (Su acendrada vocación sindicalista se había visto igualmente perturbada cuando tuvo que secundar una huelga contra un gobierno socialista, lo cual había dejado en su alma un poso de amargura insoluble).

Así las cosas, anulada su capacidad de actuación, neutralizados sus deseos de colaboración, algo sin embargo seguía escarbando en lo más simple e irreductible de su condición humana: la necesidad de comprender, saber de verdad qué demonios estaba ocurriendo. Y a esto no estaba dispuesto a renunciar. ¿Es que era tonto acaso?

Primero fue a la asociación de consumidores de su barrio. Allí le dijeron que esas cosas que él andaba preguntando no eran de su competencia. En la junta municipal de distrito, otro tanto. En la sucursal de la caja de ahorros donde tenía la hipoteca, le quisieron consolar con que su casa no estaba en peligro. Pero no era eso lo que él buscaba. Él buscaba algo más, mucho más.  Y siguió pateando despachos y oficinas, preguntando, siempre preguntando. Sin poder evitarlo, sus noches fueron  de preocupación en insomnio. Empezó a faltar al trabajo. Perdió el apetito. Un día se atrevió a ir a la delegación del Banco de España, como siempre, a preguntar qué estaba pasando en el mundo. Y fue allí, a la salida, cuando su mujer y un funcionario del servicio social del Ayuntamiento se lo llevaron. Directamente a la unidad de psiquiatría del hospital más cercano. 

Antonio Rodríguez Almodóvar




Videoteca
Entrevista en el programa `Saca la lengua´
Emitido el 19 de Noviembre de 2011 en la 2 de RTVE
Una breve visión de la biblioteca
El programa `El público lee´ de Canal Sur TV entrevista a A. R. Almodóvar a propósito de su biblioteca (25-09-2011)
La memoria de los cuentos
A. R. Almodóvar es el guionista de este documental emitido por TVE2 en el programa `Imprescindibles´ (18-03-2011)
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