2059

    En 1859 se produjo una tormenta solar, calificada de “perfecta” por los astrónomos, ellos sabrán por qué. Dos siglos más tarde hubo otra, acaso más perfecta, si es que la perfección, como los ángeles, admite grados. Desde luego, fue más intensa y extensa, aunque de efectos diferentes. Hablando de ángeles, las auroras boreales que la anunciaron cubrieron prácticamente toda la Tierra de gigantescas gasas azules, proyectadas en pico de ala hacia el firmamento nocturno. Algo que conmocionó a los poetas, que creyeron ver en aquellas fulguraciones un atisbo de infinitud, y a los físicos nucleares, algo más pegados a la realidad, un aviso de daños inconmensurables para la avanzada tecnología de la época. Curiosamente, al contrario de lo ocurrido con aquella otra, que causó una interrupción fulminante de los servicios telegráficos, la de 2059 sembró la alarma mundial, por descontado, pero con el paso de las horas ninguna otra cosa sucedía. Tal vez la eyección de masa nuclear, captada al momento por potentes telescopios, fue de tal magnitud que rebasó el planeta, para dirigir su deletéreo chorro de partículas radioactivas quién sabe a qué otro cuerpo celeste, a qué remota galaxia. El hecho es que pasaban las horas y los sistemas de comunicación no acusaban deterioro alguno, los ordenadores funcionaban correctamente, la televisión, los satélites artificiales –un verdadero enjambre de ellos–, seguían recibiendo energía, precisamente de origen solar…

    Solo al cabo de media jornada, cuando ya los científicos se habían cansado de especular, y los agoreros y los sacerdotes regresaron a sus tareas menos apocalípticas, un muchacho que cursaba la enseñanza obligatoria notó algo raro en su ebook. Cuando le pedía libros de información, libros de autoayuda para hacer los deberes, ningún problema. Pero cuando intentó bajarse Moby Dick, la novela que tenía que leerse aquel trimestre, le fue imposible. Llamó a un colega suyo, y lo mismo. Se conectaron todos los de la clase, y ninguno consiguió descargarse el texto de Herman Melville. Lo intentaron después con el segundo libro del trimestre, y pasó igual. A personas adultas, que aún leían textos literarios –si bien a hurtadillas–, les ocurrió otro tanto. Cuando quisieron reanudar su lectura de Truman Capote, de Pavese, de Borges… nada. No había manera. La sospecha se convirtió en evidencia: la tormenta solar solo había afectado a la nube donde se almacenaban los libros de lectura gozosa. Alguien, algún tiempo atrás, había tenido la malhadada y temeraria ocurrencia de guardar los textos de creación en un solo lugar. Y la tormenta los había borrado todos. Absolutamente todos. Fue el momento de recuperar –ya lo habrán recordado–, las polvorientas bibliotecas de los abuelos.




Videoteca
Entrevista en el programa `Saca la lengua´
Emitido el 19 de Noviembre de 2011 en la 2 de RTVE
Una breve visión de la biblioteca
El programa `El público lee´ de Canal Sur TV entrevista a A. R. Almodóvar a propósito de su biblioteca (25-09-2011)
La memoria de los cuentos
A. R. Almodóvar es el guionista de este documental emitido por TVE2 en el programa `Imprescindibles´ (18-03-2011)
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