García Márquez, o la realidad de lo maravilloso

Quienes frecuentamos el mundo de lo maravilloso, sean los cuentos orales de esa clase, sean los sueños, con su atractivo irresistible, sea la literatura fantástica en sus más variadas formas, sentimos la muerte de García Márquez como si se nos hubiera ido uno de los hacedores principales de esa materia, tan sutil como necesaria; la que une los cuentos de hadas con nuestros desvaríos inconfesables, el incesto latente de Blancanieves con la endogamia de los Buendía. Por eso, aunque anunciada, es desoladora la desaparición del gran escritor colombiano. Pues qué haremos ahora.

Cuando yo principiaba de profesor en la Universidad de Sevilla, recuerdo que impartí un curso de doctorado sobre narrativa hispanoamericana, que casi todo el tiempo se lo llevó Cien años de soledad. Poco después, en 1972, publiqué un librito, igualmente primerizo, que era poco más que las notas de clase de aquella asignatura, en la que nos ocupábamos muy sesudamente de desentrañar los motivos y las ficciones del famoso «boom de la novela latinoamericana»; adjetivo este último que, por cierto, no nos acababa de gustar, como si alguien quisiera robarnos algo, algo trabajosamente conseguido en las cuitas del idioma y de una cultura hecha a tropezones de sangre, en nombre de otro algo tan irreal como un latín de las Américas. Claro que lo irreal no es precisamente lo que más preocupe por aquellas latitudes, y la palabrita acabó imponiéndose. En América todo es tan desmesurado que acaba pareciendo irreal (García Márquez), un poco lo contrario que en Europa, donde la realidad es tan abarcable que acaba saturándose a sí misma y alumbrando otra (Kafka).

Eran tiempos, por otra parte, en que ya se adivinaba, se deseaba, el final de la dictadura. La sufrida izquierda se debatía a uno y otro lado del Atlántico entre Fidel Castro y Allende. Y en lo académico, algunos nos permitíamos meter de contrabando el estructuralismo, la semiología, la antropología cultural, con los que, burla burlando, ir haciéndole camino a la democracia. Todo bañado por una especie de angustia intelectual, que nos exigía sin demoras entenderlo todo, incluso lo inaudito. Grave error. Los cuentos, como dice Ana María Matute, «se cuentan y ya está».

Pero la tentación es inevitable. Me refiero a la natural tendencia a comprender, a extraer de la existencia su sentido oculto, sin lo que tampoco seríamos humanos. Así nos esforzamos por saber qué demonios nos dicen nuestros persistentes sueños, y hasta los cuentos maravillosos nos ponen en la curiosa tesitura de que sea el corazón quien se los piense. No digamos la aburrida realidad, de la que siempre sospechamos, o necesitamos sospechar, que esconde su verdadero sentido. Y si no lo esconde, se lo inventamos.

De aquel libro, de aquellos apretados apuntes, he recuperado algunas notas que, pese al tiempo transcurrido, aún me dan que pensar. Primero de todo, que García Márquez, como Vargas Llosa, como Cortázar, Carpentier, Fuentes… no surgen de la nada, sino de una abundante literatura hispanoamericana anterior, que ellos destilaron proverbialmente de los Güiraldes, Rómulo Gallegos, Eustasio Rivera, Ricardo Palma, el propio Borges… verdaderos padres literarios a los que, muy freudianamente, asesinaron. Antecesores (por no remontarnos al mismísimo Cortés, a Bartolomé de las Casas, a López de Gómara…) que ya se ocuparon de naturalezas indómitas, de indígenas esclavizados, piraterías devastadoras, epidemias y fiebres amarillas que acababan con todo, masacres de trabajadores y, por supuesto, de dictaduras bananeras y corrupciones políticas hasta la médula.

De modo que un mundo de realidades abrumadoras, surgidas del légamo del pasado, se nos presentaba a ambas orillas del Atlántico, como una empresa común que había que reiniciar, desde la Barcelona cosmopolita (no esa otra a la que quieren reducirla los catetos del nacionalismo), donde se fraguó el famoso boom, la Cartagena de aquel lado, vibrante de músicas mestizas (donde yo había estado pocos años antes, en el 68, contando sacos de café desde la pasarela de un barco, ¿se lo creerán ustedes?), la inabarcable Ciudad de México y, en fin, la Sevilla que tanto había forjado y sufrido la carrera de Indias, para luego ser cabeza de puente de la atroz dictadura franquista. Paralelismos y analogías por doquier alimentaban una esperanza compartida, a la que los escritores de una misma lengua nos debíamos.

Con todo eso, ¿cómo no llegar a comprender el universo mítico de García Márquez? Pues con todo y con eso, se nos escapaba. Algo había que superaba a todo aquello. Al realismo descorazonador de Vargas Llosa se imponía la realidad de lo fantástico total. De algo que supera a Marx y a Freud, o que los vincula inexplicablemente, a la Historia y a la Fantasía, como elementos de una misma cosa inalcanzable.




Videoteca
Entrevista en el programa `Saca la lengua´
Emitido el 19 de Noviembre de 2011 en la 2 de RTVE
Una breve visión de la biblioteca
El programa `El público lee´ de Canal Sur TV entrevista a A. R. Almodóvar a propósito de su biblioteca (25-09-2011)
La memoria de los cuentos
A. R. Almodóvar es el guionista de este documental emitido por TVE2 en el programa `Imprescindibles´ (18-03-2011)
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