A la hora de abordar cualquier asunto relacionado con los
cuentos tradicionales conviene no olvidarse de lo principal: el sentido
de estas narraciones es de naturaleza simbólica. Esto es, expresan una
cosa, pero se refieren o aluden a otra. Por tanto, cualquier intento de
racionalizarlas, o de acercarlas a intereses o ideologías de nuestro
tiempo, está condenado al fracaso, si no al más espantoso ridículo. Es
lo que ocurre cuando se quieren "adaptar" las
Caperucita, Blancanieves, Cenicienta,
etcétera, con el prisma de "lo políticamente correcto", de algún
feminismo extraviado, de pedagogías hiperproteccionistas, y otras yerbas
posmodernas.
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