ARTÍCULOS Y CONFERENCIAS

Va culminando el cuarto centenario de la publicación de la Primera Parte de El Quijote, con muy variadas muestras de admiración de la obra cervantina. Mucho academicismo también. Pero pocas novedades. Quizás estos ambientes conmemorativos, más bien llamados a la exaltación, no son propicios a nuevas aportaciones, o por lo menos a puntos de vista originales, con la consiguiente saturación ambiental y el riesgo, nada desdeñable, de un brusco desinterés, cuando el “fenómeno” pasa. Pero eso no quita que lamentemos la significativa ausencia de cosas un poco más estimulantes.

Una obra de tantas vertientes y de la magnitud de El Quijote raro sería que no permitiera la apertura a otros registros, a otras lecturas contemporáneas, máxime cuando la crítica literaria ha evolucionado no poco en estos últimos tiempos. Más parece que estemos ante un nuevo caso de miopía oficial, o de ensimismamiento, con un mucho de secuestro por parte de los doctos. Males todos que, por cierto, otras muchas veces han amenazado a la obra de Cervantes. La cual, sin embargo, siempre salió indemne de ellos. Así, por ejemplo, del intento de silenciarla que mal disimuladamente llevaron a cabo los jesuitas a lo largo del siglo XVII; o del estéril ejercicio racionalista durante el XVIII; o de los vaivenes interpretativos del XIX y el XX, que condujeron a la pretensión, sobre todo bajo el franquismo, de consagrar la novela de Cervantes como una encarnación esencial de los valores patrios.

De todo ello salió airosa, siempre gracias al fervor de sus lectores de a pie y, por qué no decirlo, a la ayuda refrescante que, de cuando en cuando, fueron aportando los hispanistas de fuera. La filología española, por desgracia, aquí tampoco se ha lucido de modo particular, con las excepciones de rigor, como siguen siendo los estudios cervantinos de Rodríguez Marín, Astrana Marín, Américo Castro o Joaquín Casalduero.

Ver artículo

Videoteca