Una de las experiencias más fructíferas que he tenido en mi ya larga dedicación a los cuentos populares hispánicos ha sido la de acompañar a los buscadores de estos tesoros en la realización del documental
Los últimos narradores orales; localizar informantes adecuados -cosa que nos llevó a lugares verdaderamente recónditos de nuestra geografía-; entrevistar a esas personas, organizar el material grabado, etcétera. Pero sobre todo compartir el gozo -y la preocupación consiguiente-, de conocer a los que pueden ser representantes de la última generación de narradores de cuentos populares, no contaminados por influencias cultas. Seguro que habrá otros muchos por el país de parecidas condiciones –iletrados o poco letrados, de edad avanzada, y que aprendieron estas narraciones directamente en la cadena de la oralidad-, pero a nosotros nos ha sido dado encontrar a estas maravillosas personas, con la ayuda inestimable de mediadores entusiastas y desinteresados, a los que se nombra en cada caso.
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