Artículo en la revista Lazarillo

El último número de la prestigiosa revista Lazarillo (Núm. 29, 2ª época), de literatura infantil y juvenil, dedica un perfil a Antonio Rodríguez Almodóvar, con un texto de Juan Mata, profesor de la Universidad de Granada titulado "Remontando el río de los cuentos.

En ese mismo número, Rodríguez Almodóvar publica un artículo, bajo el título "El papel de la mujer en los cuentos populares", que también reproducimos aquí.


REMONTANDO EL RÍO DE LOS CUENTOS

Deslizar el apellido ‘Almodóvar’ en una conversación sobre cine no requeriría muchas aclaraciones. Los presentes entenderían de inmediato que el hablante se refería a Pedro Almodóvar, el director de ¿Qué he hecho yo para merecer esto? o Volver. Si minutos después ese mismo apellido se dejara caer en la antedicha conversación al hilo de una reflexión sobre los cuentos populares o la literatura infantil los hablantes entenderían sin problemas que ‘Almodóvar’ se referiría en ese caso a Antonio Rodríguez Almodóvar, autor de libros como Cuentos al amor de la lumbre o El bosque de los sueños. Son las virtudes de los apellidos ligados estrechamente a una actividad. En el caso de Antonio Rodríguez Almodóvar es muy difícil ya separar su nombre de las investigaciones recientes sobre los cuentos maravillosos españoles o la literatura para niños. 

Hubo un tiempo en que no fue exactamente así. Si hace treinta años se hubiese pronunciado su nombre en Sevilla, por ejemplo, muchos ciudadanos lo habrían asociado a la actividad municipal, pues Antonio Rodríguez Almodóvar fue candidato a la alcaldía de la ciudad por el PSOE en las primeras elecciones municipales celebradas en España tras la muerte del dictador Francisco Franco. Y de no haber sido por el mercadeo del PSA, que para apoyar el pacto de la izquierda en Andalucía en aquella ocasión impuso el trueque de la alcaldía de Granada, donde había sido el partido más votado de la izquierda, por la de Sevilla, donde había quedado en segundo lugar, Antonio Rodríguez Almodóvar habría sido el primer alcalde democrático de Sevilla. Fue, no obstante, Primer Teniente de Alcalde y tuvo a su cargo la delegación de Educación, cuyas acciones -eliminación de desdobles en los colegios públicos, creación de numerosos centros escolares, planes de atención en horario extraescolar a hijos de madres trabajadoras por cuenta ajena, programas de alfabetización de adultos...- fueron entonces modélicas. 

Aquella experiencia política no fue fortuita o casual. Antonio Rodríguez Almodóvar era desde finales de los años sesenta del siglo XX militante del PSOE y de la UGT, lo que le había llevado a participar activamente en el movimiento estudiantil de aquellos años y posteriormente en el de los Profesores No Numerarios. Aquel temprano compromiso político lo condujo al apartamiento de la carrera docente universitaria. Su trayectoria personal ha estado jalonada desde entonces de compromisos cívicos, concretados no solo en responsabilidades institucionales sino sobre todo en la escritura, tanto de artículos periodísticos como de textos literarios, como la novela Si el corazón pensara, ambientada en el imaginario pueblo de Villanueva de las Águilas, trasunto de su pueblo natal, Alcalá de Guadaíra, y su ciudad de vida, Sevilla, en la queda retratada la medianía de tantos pueblos andaluces en la posguerra española, intoxicados de hambre, hipocresía, corrupción, brutalidad, fanatismo, beaterío, abusos, impunidad... La novela puede considerarse su personal y literaria contribución al mantenimiento de la memoria histórica de los vencidos y humillados en la España franquista. Antonio Rodríguez Almodóvar ha ejercido la literatura como novelista, poeta, guionista de televisión o autor dramático, además de como investigador entregado al estudio, recuperación y rehabilitación de los cuentos populares españoles. 

Esa labor investigadora es sin duda su faceta más conocida. Desde que en 1983 publicara Cuentos al amor de la lumbre I y II, su reputación en ese campo ha sido permanente, en nuestro país y fuera de él. Como anteriormente habían hecho estudiosos y folcloristas como Antonio Machado y Álvarez o Aurelio M. Espinosa, Antonio Rodríguez Almodóvar se dedicó durante años a recorrer los más diversos lugares recogiendo los testimonios de personas que aún conservaban el tesoro de los cuentos populares sin apenas contaminaciones literarias procedentes de la escritura. Fruto de aquella prolongada incursión en la anónima memoria colectiva, junto al paciente cotejo de colecciones anteriores, fue la publicación de 135 cuentos que, agrupados en tres grandes clases: maravillosos, de costumbres y de animales, ofrecían un panorama diverso y sorprendente de los cuentos populares españoles. Su valor no era meramente numérico sino cualitativo, pues los textos fijados podían considerarse arquetípicos, en el sentido de estar elaborados con elementos entresacados de las distintas versiones de un mismo cuento. Aquellos libros constituyeron un admirable aporte a la iluminación, depuración y estima de la narrativa popular española.  

De aquella matriz surgió posteriormente la colección infantil Cuentos de la Media Lunita, que ha alcanzado los 64 títulos y ha sido traducida a las diversas lenguas de nuestro país. Muchos niños españoles han accedido por primera a los cuentos populares gracias no tanto a la narración oral de un adulto sino a la lectura en voz alta que de esos libros les hicieron o a la posterior lectura personal de esos mismos libros.  

Pero Antonio Rodríguez Almodóvar no se ha limitado a una mera labor recopilatoria. Admirador devoto de Vladimir Propp, el célebre filólogo y folclorista ruso que hizo una contribución primordial a la comprensión de los cuentos de hadas al detallar su estructura narrativa común, formada por un número fijo de funciones, 31 concretamente, con independencia de los personajes o los argumentos, lo cual permitió analizar con mirada nueva el gran patrimonio oral de la humanidad, Antonio Rodríguez Almodóvar ha asumido esa pasión por descubrir el armazón primigenio de los cuentos maravillosos, despojándolos en lo posible de las adherencias del tiempo y los narradores. Él mismo se considera una suerte de embajador proppiano en España, de quien admira su inteligencia y su empeño por encontrar un método científico de análisis y clasificación del inmenso patrimonio oral de la humanidad. Esa carencia de método, junto al desdén académico hacia lo popular, ha lastrado, a su juicio, el interés y el estudio del gran acerbo folclórico de España, conceptuado a menudo de vulgar, caótico e insignificante. La fascinación por la composición interna de los relatos ya estaba presente en los inicios de la trayectoria profesional de Antonio Rodríguez Almodóvar, centrada en la teoría de la narración desde una perspectiva estructuralista. Un libro reciente, Del hueso de una aceituna. Nuevas aproximaciones a la literatura oral, confirma esa preocupación al proponer una taxonomía de los géneros de la literatura oral que permita detallarlos, clasificarlos y definirlos a fin de entenderlos mejor. 

El libro El bosque de los sueños, que mereció el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil en el año 2005, fue una tentativa rigurosa y creativa a la vez de escribir (decir reescribir sería inexacto) con las palabras del presente las ensoñaciones del pasado. Las cinco narraciones que componen el libro, todas conectadas y todas deudoras de historias de origen folclórico, desde Blancaflor a El Castillo de Irás y no Volverás o La Bella y la Bestia, conforman en realidad una misma historia maravillosa, pues la tarea de Antonio Rodríguez Almodóvar fue tratar de llegar lo más lejos posible en la búsqueda de las fuentes originales, como si remontara un río evitando perderse por los afluentes y los ramales. No sería correcto entonces afirmar que restaura textos del pasado, pues se basa en las fuentes orales más antiguas, sino más bien que construye textos con el propósito de aproximarse lo más que pueda al núcleo primigenio y común de los cuentos antes de su fragmentación y dispersión. Actuando más a la manera de un poeta que de un arqueólogo. Sería una tentativa de conocer a través de la invención, de descubrir a la vez que se concibe. Podría decirse entonces que Antonio Rodríguez Almodóvar cultiva un inédito género literario: la etnoimaginación. Un género que permitiría elaborar los arquetipos de los cuentos con la gramática de nuestro tiempo, lo que supone comparar, depurar, rehacer, clasificar... Es decir, crear. Libros más recientes, como Blanca de Nieve y sus siete hermanos (La verdadera historia de Blancanieves), Amor gasta zapatos de hierro (La verdadera historia de La Bella y la Bestia) o La Hija del Diablo (La verdadera historia de Blancaflor), que conforman una nueva colección denominada Los cuentos de la luna llena, ahondan en ese empeño al (re)componer algunos cuentos bien conocidos con los fragmentos (versiones) diseminados por el vasto campo de las narraciones orales populares. Los lectores tienen así la oportunidad de leer literatura a la vez que conocen teoría literaria, de disfrutar con las narraciones a la par que descubren el significado profundo de las fantasías de la humanidad. 

Uno de los sueños de Antonio Rodríguez Almodóvar sería la institución de una cátedra o departamento universitario de literatura oral, cuyas funciones fuesen recoger, custodiar, estudiar y sistematizar el inmenso caudal de la tradición oral, y en especial de los cuentos populares, a los que reconoce el valor de constituir un ambicioso texto infinito, que en uno de sus libros, El texto infinito. Ensayos sobre el cuento popular, definió como el más completo “proyecto histórico de la humanidad por dotarse de un modelo narrativo polivalente e ilimitado, en conexión con las más radicales preocupaciones del hombre y la sociedad”. 

JUAN MATA
Revista Lazarillo


EL PAPEL DE LA MUJER EN LOS CUENTOS POPULARES

Una cierta moda culturalista ha puesto en entredicho el papel de la mujer en los cuentos populares. Según esa opinión, la parte femenina de la especie sólo estaría ocupada en los relatos tradicionales por el estereotipo de la princesa pasiva que aguarda al príncipe azul, la esposa obediente o la mujer mandona. Desde luego, estos roles  no están muy lejos del perfil medio que presentan las heroínas  en los cuentos ya adaptados, mutilados y banalizados por la mentalidad burguesa. Pero tiene muy poco que ver con lo que ocurre –ocurría- en los auténticos cuentos folclóricos de la cultura campesina europea, los que a duras penas han llegado a nuestros días con la tradición oral. 

Examinando de cerca el riquísimo patrimonio de los auténticos cuentos populares, el asunto es mucho más complejo y en no pocos casos contrario por completo a ese estereotipo. Mas para acercarnos a las profundas verdades  que encierran los significados de la vieja narrativa popular, antes  hay que establecer algunos principios generales, derivados de una observación  atenta del conjunto de esos cientos de historias. (Tarea, desde luego, que no se puede improvisar y que requiere de muchos años de estudio).

En primer lugar, la estructura interna de la cuentística de tradición oral se caracteriza por una acusada tendencia binaria y compensatoria, en paralelo con un discurso autocrítico y transgresor. Lo binario empieza por la clasificación en dos grandes grupos: los cuentos maravillosos y todos los demás. Estos, a su vez, se subdividen en otros dos: los de costumbres y los de animales. Pero aun dentro de los maravillosos volvemos a encontrar nuevas dualidades, como una que aquí interesa particularmente: cuentos de la princesa encantada, frente a cuentos del príncipe encantado. Entre los primeros están los relatos donde, efectivamente, un héroe valiente ha de rescatar a una princesa secuestrada o encantada, tipo La  Bella Durmiente. Pero los segundos están consagrados al modelo contrario, tipo El Príncipe Lagarto, donde una audaz jornalera es capaz de penetrar en el castillo encantado y liberar al príncipe. Más aún, en este grupo está El Príncipe Durmiente, historia contrapuesta a la de La Bella Durmiente, que un colaborador de Machado y Álvarez pudo rescatar, casi perdido, a finales del siglo XIX, y que, naturalmente, nunca había pasado a la letra impresa, porque no interesaba a aquella  mentalidad pequeño-burguesa. Más todavía: dentro del relato de La Bella Durmiente, su segunda parte es la de una heroína tremendamente activa, que ha de preservar valerosamente la integridad de sus hijos de las acechanzas de una suegra edípica, que los quiere devorar, mientras el Príncipe está en la guerra. Lo que pasa es que esa parte quedó eclipsada por las adaptaciones posteriores del relato de Perrault. 

En el acervo  español, quizás el caso más llamativo de heroína activa, entre los cuentos maravillosos,  sea el de Blancaflor, la hija del Diablo.  Esta extraordinaria  narración, que encierra la matriz de la historia de Medea, explicita perfectamente el cambio de protagonismo, de héroe a heroína, al pasar de la primera a la segunda parte de la historia, donde Blancaflor ha de conducir muy eficazmente la acción, hasta la liberación del propio héroe. Otra dualidad importante es la oposición entre “Cenicientas” y “Cenicientos”, éstos últimos igualmente escamoteados en las adaptaciones literarias. En español, el más  notable es el de La flauta que hacía a todos bailar, que cuenta la historia de un muchacho marginado por su madrastra, y con un tratamiento cómico, que está señalando al factor autocrítico que antes enunciábamos.

Pero sin duda el caso más notable, donde se evidencia todo a la vez, lo dual-transgresor y lo autocrítico, es el de La  niña que riega las albahacas. Aquí el sistema todo encuentra su punto de inflexión, de gravedad y de articulación. Frente al modelo de los cuentos maravillosos, es un relato de costumbres desvergonzado, donde el príncipe ha quedado reducido al papel de embaucador de doncellas, que será castigado por Mariquilla de la manera más chusca. Frente al estereotipo de heroína pasiva, será ella la que lleve el peso del relato en todo momento. Y frente al supuesto conformismo de la mujer ante el dominio del  hombre, será éste quien quede en evidencia pública por la subversión de valores que lleva a cabo la simple hija de un mercader, y en algunas versiones aún de más baja  condición social. Como se ve, este elemento, el social, y el de crítica al estamento del poder nobiliario,  no son ajenos a la intencionalidad del conjunto. Pero ello tampoco interesaba a la cultura oficial, que lo anuló siempre que pudo. 

Cierto es que entre los cuentos populares hay también muchos cuentos misóginos, pero éstos sólo son una parte de los cuentos de costumbres, aunque potenciados interesadamente por la cultura machista. Son además los más tardíos de la tradición, pues se corresponden ya con la etapa de asentamiento de la cultura agraria. No es raro que sean los que predominan en las colecciones escritas medievales, de donde procede esa sensación interesada de que todos los cuentos ridiculizan el papel de la mujer. Pero aun en estos, cuando se ven de cerca las versiones auténticamente populares, se advierte que lo que se está poniendo en solfa  no es tanto el papel presuntamente taimado de las féminas, como sí la vigencia de la institución del matrimonio, que acaba siendo fuente de conflictos, incluidos los que derivan de la  infidelidad. Ésta, por más señas, ocurre siempre en el ámbito de las relaciones del cura con sus feligresas, o de las monjas con el cura, como burla añadida al celibato. Ni que decir tiene que tales historias tampoco entraron en las colecciones impresas. 

Por su parte, los cuentos de animales, como subsistema común a los maravillosos y los de costumbres, han acogido metafóricamente no pocos de estos conflictos. Así el de La olla de miel narra la historia del fallido matrimonio entre la zorra y el lobo, donde la vulpeja sale triunfadora, gracias a su mayor inteligencia, de las pretensiones de dominio del lobo. Lo que pasa es que ese cuento apenas salió tampoco de las fronteras de la tertulia campesina. 

Tras esta rápida visión de conjunto, tal vez podamos introducir otra reflexión relativamente reciente, casi obligada por el éxito de lectores, sobre todo lectoras, que ha tenido un libro muy singular: Mujeres que corren con los lobos, de la psicoanalista Pinkola Estés (Punto de Lectura, Barcelona, 2001). A partir de los instrumentos analíticos de la escuela junguiana –el inconsciente colectivo, principalmente- muy enriquecidos por la autora, se nos plantea una visión del papel de la mujer en los cuentos tradicionales, que contradice también el supuesto estereotipo de la heroína pasiva, pero desde un punto de vista que quizás no contente a las feministas, o por lo menos a las más radicales. “La psicología tradicional –dice esta estudiosa- se  muestra muy parca o totalmente silenciosa a propósito de las cuestiones más profundas e importantes para las mujeres: lo arquetípico, lo intuitivo, lo sexual, lo cíclico (...)”. En otros momentos lo llamará “el ser alfa matrilineal”, “naturaleza innata y fundamental de las mujeres”, “lo otro”, “los océanos del universo”, “los bosques lejanos, “el río bajo el río”, “La Mujer Grande”, “Luz del Abismo”, “La Loba” o “La huesera”. Es ese ser natural, salvaje y poderoso, que duerme bajo capas culturales, lo que interesa destapar a la doctora Estés, y el que rastrea a través de historias como Barbazul o Baba Yaga. De éste último tenemos en español un equivalente precioso en el cuento de Los tres toritos (Cuentos de la Media Lunita, nº 15), una de las muchas formas que entre nosotros adquiere la historia de Blancanieves. Según este curioso enfoque, el que la niña se dedique a lavar, fregar o cocinar para sus hermanos en el  bosque, no debe interpretarse como un signo de sometimiento de género, sino muy al contrario, del poderío secreto de la mujer para poner orden en el mundo. “Lavar la ropa es una metáfora a través de la cual aprendemos a presenciar, examinar y asumir una combinación de cualidades. Aprendemos a clasificar, remendar y renovar la psique instintiva por medio de una purificatio, un  lavado o purificación de las fibras del ser”.  “Cuando las mujeres limpian el espacio, la naturaleza salvaje se desarrolla mejor” Y también: “Para poder mantener una relación con lo antiguo femenino hay que guisar mucho”. Como se ve, la polémica está servida.

ANTONIO RODRÍGUEZ ALMODÓVAR




Videoteca
Entrevista en el programa `Saca la lengua´
Emitido el 19 de Noviembre de 2011 en la 2 de RTVE
Una breve visión de la biblioteca
El programa `El público lee´ de Canal Sur TV entrevista a A. R. Almodóvar a propósito de su biblioteca (25-09-2011)
La memoria de los cuentos
A. R. Almodóvar es el guionista de este documental emitido por TVE2 en el programa `Imprescindibles´ (18-03-2011)
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